CRY BABY
Alejandra Amada Cornelia Shroeder Landa-Catalán es la hija mayor, la mas alegre y la más bonita. Alejandra le puso su madre, que canta el vals en todas las fiestas y honra así la romántica historia de los protagonistas; Amada y Cornelia le vinieron con los genes: por la abuela chiapaneca que adoró y por la bisabuela alemana que no conoció. Tan parecida a su papá en lo físico, tan igualita a su mamá en el genio y lo impulsiva. Como Minela, se crece al castigo; las dos son de esas que puedes convencer con adulaciones, pero ¡ay de ti si las retas!, se mueren en la raya.
Es una cría bien berrinchuda. En el rancho comprobamos con sus rabietas que si existe la pubertad, eso que les da cuando ni son niños, ni son gente.
-No te amuines mujer, se cura con los años –dice Manuel Schroeder a Minela
No fue así. Los pleitos de Minela y Amada hacen temblar la casa. Pelean porque come, porque no come, por la forma vulgar de hablar, por todo.
-La vida te está pasando la factura, Minela, Tú le hacías los mismos tangos a nuestra pobre madre. -le digo a mi hermana disfrutándolo malignamente.
Sólo la música las une, porque también le sacó la hermosa voz de soprano y en las tertulias yo las acompaño en el piano, Juan el varón con la guitarra y Hermila, la xocoyota, con la jarana. Manuel aplaude, dice que él sólo sirve pa público.
Copia al carbón de la adolescencia materna, a Amada la andan expulsando de la escuela. Manuel tuvo que mandar queso además de leche a las monjitas para que no la corran, aunque la mugrosa chamaca hizo todo lo posible, la necesidad de las monjas pudo más y se hicieron de la vista gorda con la disciplina. Terminó la secundaria con muy buenas calificaciones, pero el promedio general cayó porque cada mes sacó seis en conducta.
Una mañana dijo en el desayuno. -voy a hacer la prepa, quiero ser ingeniero como tú, papito.
Aquí no hay preparatoria, es un pueblo medio olvidado de Dios, pero muy bonito, no le quedó a Minela otro remedio que ponerse a bordar sábanas y toallas que dicen Amada y meter algo de ropa en las maletas. En la ciudad, en un gran almacén, comprarán el ajuar adecuado para una señorita de buena familia. La inscribió en el Instituto San Miguel Arcángel, donde quedará internada bajo la vigilancia estricta de la hermanas de la “Sagrada Encarnación”. Amada está extrañamente dócil con su madre. Acepta de buen grado todo.
Minela volvió al rancho, fueron días en que hubo un poco de calma en la casa, pero no duró mucho. Como a los seis meses, una tarde sonó el teléfono.
Manuel Schoreder se puso colorado, luego blanco, luego gris.
Sólo dijo: -gracias licenciado, salgo esta misma noche.
Sin voltear me ordenó -dile a Rufino que saque el coche.
Ni pregunté que pasaba pa’ evitar un contestón, pero mi angustia pudo mas y entré a la recámara en cuanto se fue.
-Detuvieron a Amada en una marcha de revoltosos de la universidad. Está en los separos, algo así como una cárcel para aplacar a los alebrestados. Va Manuel a buscarla -me dijo Minela.
La tristeza y la decepción le hicieron unas arruguitas en su terso cutis.
-¡Jesús! -sólo atiné a decir.
Como a las tres de la mañana me despertó el portazo de la sala y los gritos de Amada y Minela. Apenas reconocí a la niña bonita que seis meses atrás llevaron a la ciudad para estudiar. Ahora se mira… rara. Parece una gitana de esas que te leen en la mano cuantos hijos vas a tener y si vas a vivir muchos años. El pelo largo sin peinar le cubre la mitad de la cara y lleva amarrada en la frente, una cinta como de indio apache, nomás le falta la pluma; de las orejas le cuelgan unas espantosas arracadas grandototas, trae un morral de cuero cruzado como cananas ¡y el colmo! huaraches de cuero crudo apestosos y que rechinan cuando camina. Entró hecha un basilisco a su recámara seguida por su madre.
Por los gritos que pegaron pude atar lo que pasó.
-Mira que facha traes, pareces una jipi mugrosa. ¿A esto fuiste, a destramparte? Te mandamos a estudiar, a una escuela decente ¿Dónde sacaste esa bola de pránganas con los que te juntas?
-Si parezco jipi, pero es mejor que niña pipirisnais que sólo busca un marido que la mantenga. Me tenias en una burbuja, entre gente hipócrita y cosas peores, como los políticos que ahora recibes en la casa. Nosotros estamos en la lucha, como el Ché Guevara, y el comandante Fidel Castro, todos los que han entregado su vida por la igualdad y la libertad. Me da vergüenza que mi papá sea un riquillo protegido por el sistema represor.
-Y gracias a eso te pudo sacar. Si eres tan recta para que le hablaste. ¿Por qué no aguantabas el hedor a miados de la cárcel? Comunista de buró.
Amada endureció la voz. -Yo no hablé, me obligaron a darles mis datos y no faltó un lambiscón ofrecido que oyera mis apellidos. Amanda ya no grita, mira con desprecio a su madre y prosigue: -Los adultos dan asco. Están viendo que no hay libertad, que nos callan y nos encarcelan si protestamos. ¿Y que hacen?, sólo decirnos cállate hijito, que no ves que perdemos nuestro bienestar.
-Los estudiantes unidos vamos a derrocar a este gobierno de mierda. -¿Que eres tú?, sólo la esposa de un riquillo comodino que no quiere cambiar nada.
-Y tú eres la hija de ese riquillo. Pero quieres cambios. Verás como cambian las cosas. A partir de mañana empiezas a ser proletaria. Si quiere comer ayudas a Lupe en la cocina. Vas a aprender ser mujer.
-¿En la cocina?
-¿Me quieres poner a echar tortillas?
-¿Así me quieres someter?
-Prefiero morir de hambre.
-Pues te morirás. -Minela salió temblando de rabia.
Desde el pasillo las observé. Pensé que el tiempo había retrocedido. Los días que siguieron eran iguales que cuando Minela tenía quince años, ella castigada en el cuarto y yo llevándole comida a escondidas.
Un mal presentimiento me removió.
Amada pasa los días encerrada en el cuarto escuchando discos de unos tamborazos horribles, música en inglés que no se entendía nada. Manuel entra por la mañana y por la noche; sigue siendo su niña, su impulsiva chiquilla que lo llena de orgullo. Es tan parecida a Minela, con ese volcán interior que las hace recorrer ásperos caminos hasta llegar a su meta. Su hija no es una jovencita tradicional, para desesperación de su esposa. Manuel no es un papá tradicional que castiga o golpea, está convencido que con su hija sólo vale el razonamiento. En el fondo está de acuerdo, cree que las cosas deben cambiar, pero tiene miedo que la situación se salga de control.
Amada adora a su papá, y él es sedante para ella, es la única persona en el mundo que puede acallar esa furia rabiosa.
Le habla de la necesidad de ser coherente, de cumplir las leyes y el papel que a cada uno le toca en la sociedad. Existen formas no violentas de cambio.
Amada rebate: -la sociedad tiene que cambiar, no hay libertad, hay mucha pobreza, papito, hasta el rector de la UNAM nos apoya. Nosotros marchamos tranquilamente, cada vez somos más. Los granaderos llegaron con sus macanas a disolver las manifestaciones. Yo los vi arrastrar a mis amigos, y golpearlos sin piedad. Son unos asesinos, papá. Manuel le limpia las mejillas arrasadas de lágrimas, la abraza y la consuela.
Hoy Manuel regresó al rancho mas temprano. Lleva los periódicos del día, que señalan que el conflicto de los estudiantes se vuelve violento, han quemado autobuses. Los granaderos y los tanques ocupan la universidad. Amada se convencerá de lo peligroso e irreflexivo de esa guerra.
En la recámara se escuchaban unos berridos, dizque música americana. Manuel abrió la puerta sin tocar. Se quedó parado en la entrada, los periódicos se le cayeron. De la recámara salió un fuerte olor a petate quemado, luego supe que así huele la mariguana.
-Que decepción Amada- salió cerrando la puerta.
Mi pobre niña. Podía aguantar cualquier cosa, menos decepcionar a su padre. Recogió los periódicos y los leyó letra por letra, palabra por palabra, oración por oración. Los leyó mil veces, con el corazón en vorágine por su padre y por los acontecimientos que adivinó entre las líneas oficialistas.
Minela irrumpió furiosa en la recámara -Es lo único que faltaba jipi drogadicta.
Si yo le hubiera dicho a mi mamá la mitad de lo que dijo Amada me hubiera volteado la cara de un bofetón.
Pero no la abofetearon. A Amada le salió mas caro.
En la madrugada sacó el coche y se fue.
-Déjala ya volverá -dijo Minela.
El teléfono está sonando con esa insistencia de las mala noticias. Son las once de la noche del 2 de octubre de 1968. Manuel contesta, Minela a su lado se pone blanca de muerte al ver como su cara se llena de sombras mientras escucha al otro lado de la línea.
Nuevamente la premonición, el mal presentimiento me sobrecogió. Desperté a Rufino, para que sacara el coche. Minela y Manuel se fueron a la capital. No pregunté nada.
Esperan al licenciado Sentíez en una oscura oficina. El hombre nervioso habla apresuradamente. -Ingeniero, gracias a Dios que llegó usted rápido, están por llevárselos. Fue horrible, ingeniero, esa gente está loca. Los muchachos entonaban canciones cuando una luz iluminó el cielo y comenzó el infierno. Era una locura, salían disparos de todos lados, no había donde refugiarse. No tienen perdón de Dios, Yo he visto y he hecho cosas malas, pero ésto, ésto… El licenciado preocupado y demacrado no los miraba directamente. Continuó diciendo: -Tenemos que hacerlo de prisa. Llegó la orden de desaparecer los cuerpos. Yo reconocí a su hijita, se le parece tanto. Es mejor que venga usted solo.
-También voy -dijo Minela.
Pasan un pasillo oscuro y estrecho y llegan a una sala muy grande. El olor a carroña ofende. Hay cadáveres en las mesas de disección, en cajas de madera corriente y hasta en el suelo. Saltando sobre los cadáveres de jóvenes a los que sus padres no volverán a ver nunca, que no tendrán una tumba para llorarles, se acercan a una de las mesas de azulejos blancos. Ahí está. Su falda de gitana cuelga hasta el suelo, los olanes de la blusa están manchados de sangre, le falta un arete, y no trae las chanclas. Su hermosa tez morena luce pálida, tan parecida muerta a su madre, como se parecía llena de vida a Manuel Schroeder.
-Es ella -dijo Minela.
La enterramos en el panteón familiar, junto a su abuela Amada; las dos personas que mas amó Manuel descansan juntas.
Minela no ha salido a los rezos que le hacemos en el rancho. Encerrada en la recámara de Amada, indiferente al dolor de Manuel y de sus otros hijos se sienta en el tocador, mira fotografías que nunca miró: Amada con amigos que jamás conoció, Siempre sonriendo, parecía feliz. ¿Con qué soñaba Amada? No la conocía, no sabia nada de ella. Repasa la portada de los discos: Jimi Hendrix, The Doors, nombres que tampoco le hablan de la hija que ella quiere conocer. En el tocadiscos portátil quedó un disco de Janis Joplin.
Minela escucha el disco una y otra vez sentada inmóvil, mirando fijamente el plato negro dar vueltas y vueltas. La voz canta lastimera Cry baby. La escucha acariciando la fotografía de Amada, parecida a la que aparece en la portada del disco.
Ahí se queda hasta que se retiran todas las personas que acuden a los rezos. Manuel los atiende y agradece su compañía, que le evita pensar en el momento en que dijo:
“que decepción Amada”.
La tristeza se instaló en los corredores del rancho, sale volando al abrir los cajones de la cocina, en el aroma de las flores de muerto, se la lleva el viento hasta el pueblo.
Pero cuando en la mirada transparente de Manuel adivino el eco del reproche “que decepción Amada”, cuando Minela pone nuevamente el disco, se me vacía el alma y dejo que la desolación la inunde. Esa canción de berridos en inglés es lo mas cercano a Amada.
12 de octubre de 1968, es el último rosario del velorio. El presidente de la república inaugura los juegos olímpicos y acalla con aplausos los gritos de jóvenes que no encontraron refugio de la balacera.
Minela pone el tocadiscos y canta con Janis Joplin.
Cry baby, cry baby, cry baby,
Honey, welcome back home
La rezandera suspende el rosario, todos enmudecemos.
But you know, honey I’ll always,
I’ll always be around if you ever want me
Come on and cry, cry baby, cry baby, cry baby,
Las voces de Minela y Janis Joplin entran filosas, cortando las fibras que mas duelen. El vacío, la soledad y la desesperanza nos abrazan.
Who’ll take all your pain,
Con el pelo suelto sobre la espalda, Minela sale cantando. Parece un espectro o un ángel.
and if you need me, you know
that I’ll always be around
if you ever want me
Manuel camina a su lado. Se dirigen a la tumba de Amada.
I know you got more tears to share, babe,
So come on, come on, come on, come on, come on,
And cry, cry baby, cry baby, cry baby.
Juan, Hermila y yo los seguimos
And if you ever feel a little lonely, dear,
El pueblo entero camina y llora con nosotros. El dia se torna noche y el cielo llora a cántaros, las lágrimas se confunden con la lluvia.
And cry, cry baby, cry baby, cry baby
En el gran estadio miles de ojos miran las palomas volar. Durante unos segundos el aleteo, los aplausos, los discursos, todo enmudece, y en las nubes resuena el canto de Minela y Amada.
I want you to come on, come on to your mama now.
Marissa Hess. Octubre 2010.